Los cálidos rayos iluminan la estructura más cercana, le dan un toque celestial, y resaltan los entramados dorados de huevo de Fabergé. Los caballos blancos, con sus coloridas monturas nos invitan a formar parte de este baile silencioso, del que sólo participaremos nosotros. Una escalera nos induce a conocer los secretos que esconde este instante perdido en el tiempo. Después de dar una mágica vuelta vislumbramos la torre. Ella resalta con todas sus placas de hierro pulido, siempre tan rígida y altiva, tan distinta a los árboles que la rodean. Tantos años siendo admirada y ahora nadie parece observarla, por primera vez está sola, verdaderamente sola, tal vez sea vanidosa pero ella siempre se sintió como la estrella de la ciudad del amor, extraña los flashes de millones de personas que venían a retratarla y a conocer sus tres estaciones. El sonido del silencio aturde, sólo los pájaros parecen romperlo, son los únicos que escaparon del hechizo.